miércoles, 27 de enero de 2016

Sobre Josefa Ortiz

... se ha estereotipado en un perfil severo, en un chongo altanero (...) y un busto altanero también. 
Armida de la Vara de González. Josefa Ortiz de Dominguez

Panic Trap

Panic trap

Estaba solo con las cinco computadoras  a su cargo. Hacía varios meses que había solicitado a la Dirección de la empresa que le cambiaran el ordenador central que controlaba a todas las computadoras de la red interna,  encargada de procesar toda la información de la empresa. 
El ordenador era lo que los técnicos llamaban de última generación, sólo que, la maldita máquina causaba más problemas que beneficios. Hubo desfile de especialistas, intentaron todo, no conseguían hallar el error principal, todo vano: mes tras mes se presentaba el mensaje Panic trap love song, nadie desconocía la fatalidad atrás de las palabras Panic trap, lo  desconcertante para todo el mundo era  Love Song ,  ningún comando o instrucción conocida figuraba en los manuales.
Los responsables de la fábrica de las computadoras, cuando no pudieron corregir el error enviaron cinco  más pequeñas con las que se podía sustituir a la emproblemada.
A partir de esa fecha, se dio a la tarea de pasar toda la información a los nuevos procesadores. Cuando por fin lo logró, ingresó una solicitud a la dirección de la empresa para que le permitieran conservar el ordenador anterior con el que deseaba desarrollar sus programas y como herramienta didáctica para los nuevos colaboradores.
Esa noche, contraviniendo los consejos de su médico, decidió quedarse para tratar de enlazar entre sí las cinco computadoras nuevas, leyó los manuales y percibió que eso era posible. Sin embargo, cuando revisaba los teclados se percató que en el borde de cada tecla aparecía una nota musical y el manual indicaba que  oprimiendo al unísono las teclas de función y la correspondiente a la letra M, el teclado se convertía en un teclado musical igual al suyo,  con cual practicaba su música favorita en casa. El asunto le agradó y decidió  explotar todas las posibilidades de esas maravillas.
Después de varias horas, logró conectar no sólo los cinco ordenadores a su cargo; también toda la red de la empresa, incluida la música ambiental bajada de internet, se sentó a tomar la quinta taza de café y sonrió satisfecho de su ingenio y habilidad.
̶ Ya verán mañana todos como va a funcionar esta chulada. .̶ dijo.
Se sentía terriblemente cansado, pero anhelaba probar todas las conexiones por última vez, a pesar de un fuerte dolor en su brazo izquierdo, mismo que asumió se le quitaría en cuanto se fuera a descansar.
Uno a uno siguió los pasos establecidos para que su arreglo funcionara y cuando sólo faltaba una tecla por oprimir se detuvo, se sintió extrañamente excitado, su respiración se aceleraba cada vez más: le pareció ver que las pantallas de las seis computadoras a su alrededor subían y bajaban rítmicamente la intensidad luminosa, y de las bocinas se podía escuchar un suave murmullo más parecido a un gemido de placer que a la música que él había 

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elegido como fondo para acompañar la rutina diaria; dio un último sorbo a su café, y  finalmente pulsó la tecla que haría funcionar todo el sistema.
Su emoción no tenía límites: de las seis pantallas emergían mil resplandores de todos colores que le provocaban una excitación cada vez mayor y su sorpresa fue enorme cuando luego de oprimir juntas las teclas “Función y M”  de cada una de las seis máquinas,  de sus bocinas emergió un concierto maravilloso de acordes que poco a poco crecía en intensidad y belleza. Sintió incluso como si se le fuera la respiración y el dolor del brazo le invadiera poco a poco  también su tórax.
A partir de ese momento una suave laxitud invadió su cuerpo hasta hacerlo sentir que su peso se convertía en nada y lentamente comenzaba a flotar dentro de la sala de cómputo y las formas de sus piernas, brazos, cabeza y manos danzaban sin su consentimiento al ritmo de la música cósmica emanada de sus queridas máquinas.
Conforme aquel concierto mágico parecía alcanzar el clímax, observó como de cada una de las pantallas salían mujeres, cada una más bella que la otra, se le unían en su etérea danza, lo incitaban a libar de copas cristalinas las mieles de un amor  jamás imaginado. Ya no pudo contenerse llegó a la cima del placer con un paroxismo enloquecedor. Y luego, ¡el silencio!  Poco a poco sintió como entraba en un sueño profundo en donde todos los recuerdos gratos de su vida acudían en tropel proporcionándole una felicidad infinita.
Cuando despertó, abrió lentamente los ojos y notó que seguía suspendido en el aire en tanto que debajo de él, dos camilleros  recogían su cuerpo inerte ante los ojos llorosos de sus ayudantes y,  envuelto en un sudario blanco, lo conducían hacia una ambulancia del forense.
Las seis pantallas de sus queridas máquinas seguían encendidas con un último mensaje: Panic trap love song. En ellas,  no había quedado ni un solo dato almacenado.
                                                                       
Naucalpan,  abril 2011.

Camila

Camila
 
​Pues si patrón, como le comentaba endenantes, aquí ya llevo quince años trabajando y diez yo solito, luego que mi Lupita se fue pa´l cielo por el púrpura que le dio. Vaya asté a saber dónde lo pescó, los doctores creen que uno de los turistas que vienen por aquí la contagió.
A mí me tuvieron aquí encerrado noventa días hasta cerciorarse que no lo había pescado también. De vez en cuando me dejaban de comer ahí en la reja donde asté se registró. Si no hubiera sido por la Camila capaz y me muero de hambre.
¿La Camila? Es la viborita que estaba conmigo cuando llegó su merced. Esa mera, sólo que cuando hay otra gente corre a esconderse en las piedras, pero es buena persona, a naiden le hace daño.
Un día me traía una liebre, otro un tejón y hasta pájaros grandes me llegó a traer, pues ya los limpiaba, los asaba y de ahí comíamos los dos.
La gente del INAH anduvo primero muy activa por aquí, cuando vieron lo del púrpura todos corrieron como venados. Casi habían terminado, así que me dejaron de labor mantener a raya las yerbas para que no se jueran a comer otra vez a las pirámides.
Y ansina andaba yo duro y duro con el machete. Un día que estaba dura la canícula, me senté en la sombra bajo aquel laurel, chiquitiando el agua que de vez en cuando me traían los del INAH. En esas estaba cuando se acerca la Camila y me pregunta:
─ ¿Y ora, por qué tas tan triste?   
─Pus, como no ─le dije—.
─Ya casi es un mes y los del INAH no me han traído de comer y se me está acabando el agua.
─Sonso, eso te pasa por darles tu agua al papalotl y al chupamirto. Deja que bajen a la barranca ellos tienen alas, tú no.
─No pus, ya los acostumbré y en cuanto me meto al cuarto me siguen pá que les de su agüita y si no les pongo su azuquitar hasta se enojan.
─Se ve que te hace falta la Lupe, esa si nos traía a todos cortitos, con ella ni quien se acercara por aquí. Deja, voy a ver que encuentro pa´ que comas.
Y ahí tiene patrón que se mete al matorral de ahí abajo donde comienza la barranca, yo seguí limpiando la pirámide con mi machete. No pasó mucho rato cuando llega la Camila arrastrando un conejito, apenas sí podía con él.
─Ya te traje de comer, solo tienes que arreglarlo, yo regreso al rato.
Pesqué al conejo de las orejas, le quité la piel y también la hiel, lo asé en ese bracerito que ve usted ahí, y le puse sal pa´ que me durara. Me lo estaba comiendo cuando regresó Camila y le convidé del conejo. Dijo que estaba salado y cuando le dije por qué, me contestó que ni me preocupara, que ella me iba a traer la comida todos los días, así que no hacía falta tanta sal.
Ora que asté llegó me acababa de traer esta palomita, déjeme que la prepare y le convido si no trae usted carrera.
¿Papalotl? Esas son las maripositas que ve asté revolotear entre la maleza, y el chupamirto es ese que la gente le dice colebrí. Me dio la risa su cara que puso asté cuando vio como me siguieron adentro del cuarto. Ellos fueron mis primeros amigos cuando me quedé solo. Pa´ mí que la Camila les tiene celo, pero no les hace nada.
No patrón, Camila habla Castilla como asté y yo. Desde el primer día nos entendemos muy bien y ansina creo que gracias a ella no he perdido razón. No crea, es muy entendida y sabe que cuando hay turistas ella no puede salir porque esa gente  le tiene miedo. Yo no sé  por qué, pues la Camila hasta duerme conmigo en mi cuarto cuando aquí pega mucho el frío y sólo así no siento la helada.
Si patrón, cuando quiera véngase con más tiempo y se queda con nosotros a compartir los frijolitos, el agua y lo que nos traiga la Camila. Ya verá que todos los animalitos de por aquí son de buen corazón.
Y no se le olvide traer las fotos para que todos las podamos ver. Seguro le van a encantar a la Camila.
 
Octavio Gutiérrez
FES Acatlán. Noviembre del 2015
 
 
 

sábado, 16 de enero de 2016

Georgina Medina Lezama

Inquietud de ola

Glamorosa  me percibo
ante tus gozosos roces
y no de carne que calientan,
sino de tus altos goces.
Mueve y bien aquí dentro,
sentir quiero
lo que contigo enardece
y si no siento, no importa,
porque sin ti, igual  siento.

jueves, 14 de enero de 2016

Cuando Laplace, a comienzos del siglo XIX, escribió un libro sobre los orígenes del sistema solar, Napoleón, a quien presentaron el libro, le hizo notar que no había mencionado a Dios una sola vez en su grueso volumen. Laplace respondió: "No tengo necesidad de tal hipótesis, señor". Imanuel Wallerstein

martes, 12 de enero de 2016

El Cineasta

Georgina Medina Lezama

EL CINEASTA 

          Cuánto tiempo viviendo en otra vida, en otro espacio, entre sueños. Tiempo mucho ha pasado desde aquél último encuentro que usted guarda para sí, para sus adentros.
          Largas horas  recreadas por las noches frías y en las más húmedas de sus momentos, a solas, consigo, con otras, con ella, con nadie, entre evocaciones, divagaciones, creaciones  de usted, de ella, de ella y de usted y de usted con ella, en que se  disuelve en ella.
          Su vida efímera y elocuente en sus motivos,  entre  carretes de un cineasta que se crece y se disuelve entre las tiras de celuloide, que transparenta en ellas, con el haz de luz, la vida de historias inertes, creativas, gloriosas, arropadas en llanto, en espera, magia perceptiva al retener su imagen en un lapso, que le roba y da vida al tiempo.
          Ella le sueña, le piensa, y usted se pierde entre nubes.
Usted le encuentra, y al verla le guiña, le habla en silencio, sin ruido, entre textos.
Ella le sonríe, se alegra, le mueve, le busca, también entre textos. 
          La voz de usted viaja hasta sus recuerdos que toman vida, frescura, presencia.
          Usted imagina la escena, la proyecta en su mente, planea el momento, le congela.
          Cuántas veces recreando, en sucesión de imágenes rápidas, la ilusión de la vida, de su vida que ve pasar.
          Ella decide acercarse, más, tanto como a él le da el guion, para no salir de la trama, que con precisión acostumbrada el cineasta cuida  de no encimar  o sobreponer ninguna imagen, que altere la experiencia que construye  cada noche, cada amanecer.
          Ella le aguarda, le sueña.
         ¿Usted le respira, le piensa?
         Usted no se atreve, vuelve a postergar, posterga.
          Ella se descubre inquieta, desea descargar la furia alegre que usted le ha despertado.
         Usted no se da cuenta, juega con las tiras de acetato, las ordena, no arriesga escena, cuida  el montaje. 
         Ella piensa, se contesta: Ya hemos bailado, reído, amado, cantado, nos hemos  buscado con sigilo, con escándalo.
         Usted sigue planeando iluminación, música, sonido, ambiente, interpretación.
         Ella pasa por la cinta, en su proyector, tocada por el haz de luz, de su imaginación, proceso perceptual de las imágenes  que pasan en serie, rápidas, en tiempo uniforme, salto de tiempo,  alternando, tiempo  uniforme, nuevo salto, tiempo.
         Usted se concentra en la forma.
         Ella se enfrasca en el tono.
         Usted cuida el ritmo y la trama.
         Ella pincela el ambiente.
         Cada uno desde el matiz emotivo  se graban ambos, y así prosiguen.
         Ella interpreta, vive, en la cinta, el amor mismo, el que enardece.
         Usted se vive y contempla desde el ojo opto-mecánico.
         Usted  se detiene,  gris en su intento  por entrar a través de la lente y ser traspasado por el haz de luz que a ella le da vida.
         Usted se detiene, no se atreve, prefiere quedar de ese lado, para ser quien dirige, quien construye la historia, ilusión de manecillas corriendo lentas.
        Ella se disuelve tras la lente, empieza su baile, jadea, se suda, ya no se contiene, contorsiona su cuerpo, se exalta.
        Usted le escucha gritar, ella se dobla,  se incendia, se parte en dos, en dos se parte.
        El carrete se atora, ya no corre.
        Usted apaga el interruptor de la lente, lo enciende nuevamente, buscando que la luz la defina, la proyecte
        Ella desaparece de su obra, de su lente.
        24 imágenes por segundo, usted le busca, Ella no vuelve.
        Usted pasa 24 horas soñando, imaginando nuevamente,
        Y allí, desde su lugar, permanece.