jueves, 11 de febrero de 2016

Atrapada en el lodo, se seca

Max Calva 
Generación del 56.
 “Llenando espacios para compartir el cuento de la vida”

Atrapada en el lodo, se seca.
Afuera todo es azul y frío, creo que ya es invierno, debe ser porque las hojas no son verdes , hoy son doradas , debe ser porque en ese inmenso jardín todos traen abrigos, bufandas, gorras de mil colores. Todos caminan muy lentamente con la vista hacia abajo, como buscando algo que dejan en cada paso, o tratan de encontrar lo que el de adelante va dejando, podría ser suyo, mío o de cualquiera, difícil de saber. 
Creo que han pasado varios días desde que quiero abrir la ventana, igual que siempre, no me puedo levantar de este sillón, me envuelve como nubes de tormenta, es enorme, está forrado de plástico color vino, es un color horrible, huele muy mal, me lo cambiaron por el otro que tenía, color café, de tela muy calientita, no sé por qué siempre estaba mojado. Todos se enojan y regañan demasiado, todos son diferentes a diario, ninguno es igual, solo me llegan algunos recuerdos, recuerdo a mi Jonás, que siempre viene con esa señorita, él dice que es mi prima y mi mejor amiga, cuando le veo las manos, los dedos, las uñas, me recuerdan el sabor rancio a medicina que traigo desde que abro los ojos hasta que los cierro, ella debe de cuidar bien de mi Jonás, no lo deja nunca solo, siempre llegan juntos, siempre se van juntos. También viene la Juanis, de ella es de la que más me acuerdo, siempre la tengo presente como a alguien a quien debo de contarle todo, aunque no sé qué contarle, viene a diario, no como mi Jonás que viene muy poco. La Juanis me dice todos los días que yo era una gran directora de mi empresa, que fabricábamos y vendíamos ropa a todo el mundo, que la ropa tiene mi nombre, no se para qué le pusieron mi nombre, si ni siquiera me acuerdo de él. A veces me acuerdo de muchas cosas, me pongo a llorar como loca y me vienen a inyectar nuevos sueños y tranquilidad, es bonito sentirse así, dormir tranquila. Hace ratito se paró junto a el sillón un señor que dijo que era mi papá, algo así le entendí, yo creo que era un doctor, estaba todo de blanco, muy guapo, era algo grande, canoso, me dijo que pronto, un día de estos me acordaré de todo, que estaré muy bien y recuperaré todo lo que me están haciendo olvidar.
—Jonás, ¿qué haremos? Pasan los días y esta loca no firma nada, no entiendo cómo puede más la famosa Juanis que tú.
—Tranquila mi amor, disfruta de este frío calador de Nueva York, al rato te lo quito en el hotel.
—Tantos años alimentando esperanzas y nada de nada.
—Así es, la alimentaste muy bien a diario, no lo puedo negar, hoy el daño debe ser irreversible, sólo hay que esperar otro poquito, ya los abogados están apurando al juez, ya sabes cómo es eso.
No sé qué lugar es este, tengo mucho frío, entra un aire helado por esa ventana abierta, todo a mi alrededor esta blanco y sucio, parece un hospital, estoy en esta cama apestosa amarrada de manos y pies, creo que me inyectaron algo porque estoy muy mareada y veo lucecitas, ahora escucho gritos y aullidos de gente que está cerca de mi cama, que bueno, ahí viene Juanis, le diré que me suelten, que me ayude a parar, que me lleve a mi casa, necesito urgentemente darme un regaderazo e irme rápidamente a la oficina, hoy es el último día para darle el visto bueno a la nueva colección de verano invierno, ya luego me arreglare con estos estúpidos que me tienen aquí así, primero lo primero, ¿qué pasa? No puedo abrir la boca, creo que tengo un bozal como animal rabioso, ¡Juanis ayúdame! Oye no me veas con esos ojos, no te rías así, ¿qué te pasa?, gracias a Dios detrás de ella ya está un doctor canoso y guapo, la toma del cuello y la avienta por la ventana. Pronto saldré de aquí. Qué alivio. Me urge firmar todo lo que tengo pendiente, ya encontraré otra Juanis que me ayude.

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